martes, 1 de diciembre de 2009

El desaparecido.

-No sé por dónde se fue. Salió todo borracho por ahí de la medianoche. Bien les dije a mis hermanos que no le dieran de tomar a ese hombre porque no sabe y luego bien borrachote se pone. Pues que no me hacen caso y desde que se sirvió la comida le andaban dando mezcal dizque para despanzonarse. Y ya luego cuando estábamos bailando, a cada rato le pasaban cervezas de a cuartito y el otro bien mareado. ¿Qué no ve que cuando la sacó a usted a bailar puro la pisaba? Yo me dí cuenta que hasta rojo estaba de la cara. Y cuando hicieron La Víbora de la Mar se cayó hasta donde estaba el padrino con su esposa. Yo, después de que se fue la banda, mejor me metí a dormir. Ya puro borracho quedaba en las mesas y yo no tenía pies pa’ ayudar a levantar botellas. Hice un huequito entre mi hermana que estaba con sus chamacos a los pies del Santo y ahí me metí con los míos. Pues serían como a las doce cuando me dijo que quería dormir y que no encontraba donde acostarse. Yo lo mandé a la chingada. Le dije que arriba de la mesa y que se tapara con un mantel o que se metiera al chiquero con los cuches. Pero como al cuarto de hora me arrepentí y me paré para ver donde se dormía. Pero ya no lo encontré. Dicen que se salió a mear porque el baño estaba ocupado y ya no aguantaba las ganas. Y ahí lo fui a buscar, hasta el arroyo llegué buscándolo. Y nada. A esa hora me empezó a entrar la culpa. ¿Y si por mi culpa se fue? ¿Qué tal si de lo borracho se regresó a la casa? ¿O si se fue con otra? Porque ese hombre, mami, me da cada coraje. Pero ya me resigné a que no va a cambiar. Na’ más con que yo no me entere; que vaya a hacer sus cochinadas por donde se le ocurra y que me deje a mi con mis hijos y me de lo de la comida. Ya como a la hora fue que de verdad me preocupe y mejor desperté a Pepe y le dije que no volvía. Y pobre Pepe, se fue como a las dos de la mañana con tío Chico a buscarlo. Ya después se fueron Mateo con Elías y mi compadre Jacinto a ayudarlos, cuando se les bajó un poco la borrachera. Y yo con el corazón en las manos. Hasta me metí a rezarle al Santo un rato. Como a las cuatro de la madrugada regresaron. Pepe me dijo que me durmiera, que no lo habían encontrado pero que seguro en la mañana aparecía y que dejara de preocuparme. Pero, mami, ni pude dormir del pendiente. Ya ve usted al otro día que nada. No apareció ese hombre. Ni porque todo el pueblo se fue a buscarlo hasta donde empieza Güilá. ¡Ay mami! ¿Qué voy a hacer si no vuelve? ¿Cómo voy a criar a mis tres chamacos? De suerte que el grande ya me ayuda, pero con los otros dos ¿qué cosa voy a hacer? Si ni con la cosecha deja pa que comamos bien, menos si no hay nadie que vaya al campo. Y mi papá que tanto se enojó cuando me fui con Santiago, bien que sabía pues a donde me estaba metiendo. Desde allá arriba o donde esté, papi, haga usted por mí. No lo escuché cuando estaba usted vivo pero le prometo que muerto si le hago caso. Es que, mami, usted sabe que cuando una es chamaca no piensa uno y a lo zonzo hace uno las cosas. Y ese hombre no sé que me hizo, mami, que toda atolondrada me traía. Pero ya vio que bonito se portó conmigo antes de que nos casáramos. Y lo bonito que estuvo la fiesta. Bailé tanto. ¿Se acuerda usted que lloramos antes de salir de la casa? Y me dio a mis tres hijos, chulos mis hijos, los tres salieron buenos, hasta el más chico que salió en lo tremendo a su abuelo. Por eso me da miedo que esté con otra. Yo le dije que no importaba que anduviera con otra, pero que viviera conmigo. Que pasáramos juntos a dejar a mi hija o a recibir a las nueras. Que juntos los criáramos pues. Aunque ahora que me acuerdo, ¿usted cree que la semana pasada me dijo que sentía que lo seguían? Y creo que también alfo así me dijo antier. Es que andaba por el camino que viene de Teitipac, venía de dejarle la carreta a mi compadre Lauro, cuando dice que sintió que venía alguien atrás de él. Y que cada que se volteaba, segurito sentía que se escondían de él. Y dice que llegando a la mojonera se encontró a una mujer que estaba sentada bajo un pirul comiendo tortilla con sal y él que la saluda pero nada le respondió. ¿No se lo habrá llevado la bruja? Ya sabe usted que mucha envidia le tienen en su familia. Pendeja esa gente. Dicen que el tuvo la culpa de que se muriera mi suegra. Si él era un muchito cuando falleció doña Isidra ¿qué culpa va a tener? Mami, mejor voy a traer una veladora para el Santo, para que me lo cuide. ¿Usted también viene? Hay que rezar mucho.


-Vámonos pa’ la cocina, ahí le cuento todo. Siéntese usted, ya sirvo el chocolate. Pues dos semanas anduvo perdido Santiago porque se perdió el 6, el día de la fiesta y hoy estamos a 21. ‘Péreme, voy por el pan. Empecemos por el principio. Dice que lo que recuerda es que tenía muchas ganas de orinar y se salió a la calle pero todos los borrachotes estaban orinando ya en la pared de la casa y de pronto se pusieron a pelear, por eso mejor se fue caminando un poco más hacia el arroyo. Dice que mientras estaba orinando oyó como si alguien anduviera entre los arbustos y se imaginó que era otro meón. Pero el sonido se acercaba a él, como llegando por su espalda. Entonces se apuró y cuando terminó se volteó a ver que andaba por ahí. Entonces, como a unos diez metros, vio una mujer parada, dándole la espalda, traía un huipil blanco, como los de Yalalag pero con el pelo suelto que le llegaba a la cintura. La mujer le decía que la siguiera, que se sentía sola, que la acompañara un rato. Dice Santiago que su voz era muy triste, tanto que por poco se pone a llorar. Por hechizo se fue tras de ella. No podía pensar en nada más. Pero caminó como dos horas y nada que lograba alcanzarla, y la mujer seguía a la misma distancia de él. Y la mujer nunca volteaba, y pues ni hace falta decir que era una mujer muy guapa, pero Santiago no podía ver más que un poco de sus ojos. Sus pies estaban sucios del lodo del arroyo pero se notaba que estaban sangrando y a Santiago le dio mucha lástima y quería ayudarla. Siguió caminando tras de ella mucho tiempo, ni lo notó. Hasta que salió el sol como que despertó de la ensoñación y pensó en que había caminado toda la noche, que tenía los zapatos y los pantalones embarrados de tierra y pasto. La camisa dice que la traía llena de espinas y la cara llena de rasguños. En donde empieza un cerro que quien sabe como se llama la mujer por fin se paró. Y él quiso hablar pero donde que podía, y dice que la boca la tenía llena de baba blanca. Se acercó a ella lo más que pudo, con la mano le tocó el cabello y se lo acomodó del lado izquierdo. Entonces la mujer que se voltea y ahí se dio cuenta de que es lo que pasaba. Tenía una cara de caballo, con la boca abierta y los dientes juntitos, como si se estuviera riendo de él. Santiago se asustó muchísimo, pues cómo no. Sí mamá. En chinga que se echa a correr hacía donde dispuso Dios y corrió y corrió hasta que se le acabaron las piernas y entonces se desmayó. Cuando se despertó vio que a lo lejos se veían las luces de un pueblo y hasta allá caminó pero ya no alcanzó a llegar. Otra vez que se desmaya. Ya cuando despertó estaba en casa ajena pero mis hermanos ya lo habían encontrado. Dicen que un señor lo encontró tirado entre la milpa de su tierra y entonces se lo llevó a su casa porque bien vio que estaba enfermo ese hombre. Y cuando fueron a preguntar por un desaparecido pues se los mostró y así lo encontraron. Gracias a la virgen que Santiago tuvo la fortuna de que lo encontrara un alma noble, sino ¡imagínese! yo si pienso que eso fue cosa de brujería, que alguien con envidia le echó a la Matlacihua. Porque esa sólo sigue a los malos o cuando le prometen algo por andar asustando a los hombres y Santiago es un buen hombre. Voy a ir a Tlacolula a ver a una curandera para que le quite el susto y para que me diga si hay alguien que le trae ganas de verlo sufrir. Cuando me diga quien es, que se ponga listo el condenado o condenada porque va a ver como somos las mujeres de mi familia. Nunca dejaré que me separen de mi marido, mamá. Ya ve usted lo que me costó amarrarlo, pus ora ni pendeja lo suelto.

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